Somos lo que comemos. Tan simple como eso. Somos muchas las personas a las que nos preocupa qué nos metemos en el cuerpo y cómo se ha producido. En la dinámica del mercado tan sólo importan los beneficios. En el mercado ‘oficial’ consumidores y productores de alimentos no pueden elegir ni sus condiciones de trabajo, ni lo que van a comer.
Internet ha revolucionado nuestra manera de relacionarnos con la cultura y el conocimiento: el acceso a las obras es mucho más directo, y nos hemos convertido también en productores/as de contenidos.
En el tema de la vivienda estamos ante un momento de cambio de paradigma total. La vivienda ha pasado de ser motor económico a ser el lastre del sistema financiero. Como resultado tenemos un territorio desolado por un “tsunami urbanizador” que ha generado un paisaje de vivienda cara, en propiedad, de periferia suburbial, sin vocación de generar ciudad, sin propuesta arquitectónica clara y de calidades bastante dudosas.